No necesariamente tengo que sentirme sexualmente atraída a las mujeres para amar The L word. La mayoría de veces que fomento mi devoción hacia la serie, el oyente se me queda mirando raro y debo especificar (tontamente pero con motivo) que no soy bisexual o lesbiana.
Y es que me parece increíble que en pleno siglo XXI ciertas personas sean tan cerradas o se sientan incomodas acerca de este tema. Yo creo que, fuera de ser un factor de conducta de la persona, los grandes culpables de esas reacciones son la religión y el machismo: ambos son expresiones antiguas que en la actualidad, y con todo lo que se sabe, ya deberían ser obsoletos.
Pero ese no es el tema. Amo la serie porque más que ser una típica historia de lesbianas (toma "Besando a Jessica Stein"), cuenta con una excelente temática puesta en escena por personajes muy interesantes y profundos. La aguda combinación urbano-chick de la sociedad de Los Ángeles más las situaciones precisas (nada se exagera ni minimiza, nada es muy obvio ni muy relativo) y reales cautivan desde un primer comienzo.
Y es que me parece increíble que en pleno siglo XXI ciertas personas sean tan cerradas o se sientan incomodas acerca de este tema. Yo creo que, fuera de ser un factor de conducta de la persona, los grandes culpables de esas reacciones son la religión y el machismo: ambos son expresiones antiguas que en la actualidad, y con todo lo que se sabe, ya deberían ser obsoletos.
Pero ese no es el tema. Amo la serie porque más que ser una típica historia de lesbianas (toma "Besando a Jessica Stein"), cuenta con una excelente temática puesta en escena por personajes muy interesantes y profundos. La aguda combinación urbano-chick de la sociedad de Los Ángeles más las situaciones precisas (nada se exagera ni minimiza, nada es muy obvio ni muy relativo) y reales cautivan desde un primer comienzo.
La selección del elenco también juega un papel importante en la notoria pero justa superioridad de The L word. En verdad, no imagino a otra actriz que no sea Leisha Hailey interpretando el papel de la irreverente Alice Pieszecki, o con quien más podríamos explorar las dimensiones de Jenny Schecter si no fuera con la gran Mia Kirshner. Se advierte de la devoción que tiene todo el elenco a su respectivo personaje, tanto así que, después de 4 temporadas aún me resulta difícil no identificarme con más de una: Soy Carmen, la enamoradiza e ilusa que cree que el amor lo puede todo, hasta cambiar a la no-tan-monogama Shane. Soy Papi, la pendeja despreocupada que le encanta jugar, pero no duda en bajar su guardia y darlo todo cuando conoce a alguien que la llena. Soy Jenny, la escritora tan bella como frágil, cuyo pasado lleno de abusos aún la atormenta y no hace posible su estabilidad emocional. Soy ellas y tantas más.
No obstante, mi favorita es y será siempre Shane. Su androgeneidad despierta nuevos sabores en mí, su actitud autodestructiva, su capacidad de separar los sentimientos, su problemática sensibilidad, todo el conjunto que la conforman me encantan y hacen que me encuentre en wikipedia llenándome de ella o verme en situaciones preguntándome “¿Qué haría Shane?”. Enfermizo, lo sé, pero ¿quién me puede dar un concepto de normal?. Lo dejo ahí.
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