lunes, 30 de junio de 2008

Una oración nunca fue tan cierta

“No es fácil ser una princesa”.

Sí, lo soy y no me da pena decirlo (aunque sea por el blog) porque me lo he ganado. Ahora cualquiera que deja de comer 2 días ya se cree digna de tener un príncipe azul. Bueno pues, tengo noticias del presente: una princesa lo es siempre y anda con la cabeza en alto mostrando su corona.

¿Cómo reconocer a una farsante?

En una cena
-Una farsante diría: no como porque estoy gorda/ayunando/a dieta (para que le digan que está flaca y no lo necesita)
-Una princesa diría: no gracias, ya comí en mi casa y estoy llena

En una salida
-Una farsante no compraría nada de comer y después estaría como una muerta de hambre pidiendo a los que sí compraron.
-Una princesa compra comida e invita a todos sus amigos, matando 2 pájaros de un tiro: come poco y queda como la bondadosa.

En una discusión sobre Ana
-Una farsante contaría de cuanto sufre/sufrió con Ana, como si fuera una hazaña haber estado al borde de la deshidratación*.
-Una princesa opinaría poco o nada ya que sabe que lamentablemente es mal vista y una princesa no tiene porque dar explicaciones a nadie.

*Lo que me lleva a otro punto: a la farsante le encanta dar lástima, quiere que todo el mundo se apiade de su condición: ‘¡Hay! La pobre nena necesita un doctor.’ Cuanto asco me pueden dar. La nena necesita un doctor pero para que la ayude con su falta de personalidad que hace que quiera llamar la atención.

Y aquí entro a otra diferenciación clave: las princesas no somos tontas. Control es nuestro segundo nombre y no llegamos al borde de estar por morirnos. Se sabe que el objetivo de ser pro ana es LLEGAR a la perfección, no morir en el intento ¡Por favor!

Me encuentro algo indignada, por lo que desistiré de seguir. Pero para la próxima entrega desmentiré algunos mitos que se tienen sobre nosotras. Me retiro.

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